Diario de una resurrección

Huellas, recuerdos y sonidos

1979

Published by Alejandro Nieto Alonso under , on 16.2.09



Es inevitable. Hay canciones que te recuerdan instantes, vivencias, momentos, etapas de una vida, circunstancías, amores, amarguras... 1979 me recuerda personas. Varias. 1996 fue un buen año. Se estrenó Fargo, también
Trainspotting, un gran ordenador, el Deep Blue, vencía por primera vez a Kasparov, internet ya no era algo que sólo afectaba a Estados Unidos... Fue un buen año porque la vida era larga para mí. Y lo celebraba cada día con buena música y muchos amigos. La gran mayoría de todas esas personas ya no están a mi lado. De hecho, creo que ninguna. Pero da igual, de ellos me quedé con el espíritu de aquella época personalizada en algunas canciones que ya forman parte de la banda sonora de mi vida. Jamás me olvidaré del Qué puedo hacer de Los Planetas en aquellas noches vírgenes de miedo y angustia. Sólo estábamos nosotros y la calle, la vida, el placer, la risa, los descubrimientos, el presente... Pero aquélla canción estaba construida para disfrutar de las sensaciones externas. Su sentico se transformaba cuando la escuchabas en tu habitación, en la breve oscuridad de un martes.
Pero 1979 sí me servía para esa función. La canción de Smashing Pumpkins me recordaba a ellos, quizá en ese momento no lo sabía. Ahora sí. Y lo hacía en la soledad de una cama y una noche sin final. Me recordaba el día anterior y, como un vidente, me hacía ver el posterior. Y me encantaba esa sensación de eterna juventud, de libertad absoluta recién adquirida. Todo era posible en 1979, o en 1996.
Aquellas personas no lo saben pero me acuerdo de ellos. Veo sus rostros en cada acorde de 1979, que sólo pude repetir en mi guitarra hasta muchos años después, cosas de internet. Un coche, dinero en el bolsillo, ganas de comerse cada nota, cada palabra sorbo a sorbo... "Y no sabemos ni dónde descansarán nuestros huesos. En la basura, supongo, olvidados y absorbidos por la tierra". Frases contundentes, directas a la cabezota de un adolescente, incapaz aún de distinguir que era más fácil encontrar un amor apasionado que una amistad perfecta.
Pero como el mundo es imperfecto y los hombres hemos sido creados a la medida del mundo la amistad se fue. Y sólo quedó 1979.
El pasado mes de enero cumplió 13 años y envejece muy bien, de hecho aún es muy joven.

Mucho más que yo. Seguro que yo moriré y 1979 sigue sonando en la mente de algún chaval con su primera libertad. Yo, a pesar del tiempo, me sigo acordando de todos cuando empieza a sonar esa canción.

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