No podía faltar en la banda sonora de mi vida. Sé que empecé, en mi primera adolescencia, escuchando a Led Zeppelin, a Siniestro Total, a Ilegales, a Barricada, Guns n’ Roses, Metallica… Me gustaban. No puedo negarlo. Si querías pertenecer a una tribu y no ser un excluído tenías que escuchar ese tipo de música y ocultar que también escuchabas a Hombres G (algún día hablaré de ellos), a Sabina, a Serrat, a Perales (sí a Perales), a Bon Jovi, a Mecano, a Tears for fears, a OMD y a Elton John, entre otros muchos. El oído y, sobre todo, el conocimiento, la percepción y la sensibilidad, se fueron asentando lentamente, a la vez que nacía una nueva expresividad rítmica que se acoplaba mejor a mi manera de evolucionar. Los solos de guitarra brutales de Led Zeppelin o los más dulces pasajes de Dire Straits pasaron a coger polvo en uno de los últimos estantes del rincón musical de mi cabeza.
No me averguenzo de escuchar a La Casa Azul, tampoco de haber sido un apasionado de Siniestro Total o Barricada. Pero en las canciones de mi vida no hay hueco para ‘Ayatola no me toques la pirola’ o ‘No hay tregua’. Ya no me llenan a pesar de haberlas escuchado con una pasión real y sincera.
Pero La Casa Azul es un vehículo que expresa mejor mis sentimientos. Tiene grandes canciones y en todos ellos la dualidad es su mejor arma. Por un lado su música divertida, pop, efervescente y rítmica, que a la mayoría de la gente echa para atrás en cuanto suenan dos compases. Y por otro sus letras, de una amargura que choca con la música. Letras siempre plagadas de adolescencia eterna, de amores imposibles, de desengaños, de decepciones y de una sensibilidad juvenil que a mí siempre me recuerdan episodios concretos de mi vida. Su paralelismo conmigo es el billete que me hace volar a su lado. El pánico atroz a los escenarios de Guille Milkyway, el único componente de La Casa Azul, su falta de confianza disfrazada con el patetismo de sus letras y sus continuas alusiones a sus amores platónicos y sus fracasos me convierten en el personaje de sus canciones. Y eso ya es mucho.
Como un fan fue la primera canción que escuché de La Casa Azul. Y quedé impactado. Así sigo desde hace ya tres años. Sé que me tachareis de loco si afirmo que mi evolución musical debía pasar por este punto tarde o temprano. Pero si amas el ‘Barco a Venus’ de Mecano por qué no puedes emocionarte con las trompetas y trombones que dan aliento a ‘Como un fan’ en algunos de los pasajes de esta extraordinario canción.
Además, el desamor es mi especialidad. No hay nada más pop que enamorarte de alguien que pasa de ti, que te toma a risa, a juego, y llegas a un punto en el que te conviertes en su particular fan. Una estrella inaccesible que se divierte a tu costa. Ella jugaba y tú te enamorabas.
¿No te ha pasado? Pues a mí sí.
¿Qué quieres que te diga?
¿Que mi vida va genial...?
¿Que todo transcurre tal y como lo pensé...
tal cual, sin más?
¿Que todas mis decisiones
pasan por un autotune de aciertos...?
Qué mas da...
Si no lo vas a escuchar
¿Qué quieres que te diga?
¿Que escogiste lo mejor...?
¿Que ya no quedaba amor...?
¿Que no me merecías porque eras lo peor?
¿Que tengo mil ilusiones?
¿Que ya no queda ni un gramo de pena?
Qué mas da...
Nunca supiste escuchar
¿Qué quieres que te diga?
¿Que el tiempo va a mejorar?
¿Que el gobierno esta fatal?
¿Que el barça hoy ha vuelto a pinchar?
¿Qué quieres que te diga?
Que sin ti no puedo más,
Que mi vida se rompió cuando te fuiste sin pensar que...
Nunca, nunca más me iba a recuperar
Porque cuando tu jugabas yo creía
Que lo que hacías era amar
Y mientras,
Yo me enamoraba como un fan
De tu voz, de tus amigos, de tu ropa
Y de tu manera de mirar
¿Qué quieres que te diga?
Que prefiero pasear por la playa
Y escuchar a Billy Joel o quizás a Ben Folds Five
Porque sé que tu los odiabas
No eran suficientemente indies
Qué mas da...
Tu siempre fuiste lo más
¿Qué quieres que te diga?
¿Que el trabajo no esta mal?
¿Que cerraron el local donde solíamos tocar?
¿Que quieres que te diga?
Que me arrancaste el corazón
Y hoy se te ocurre venir a pedir perdón
Después de un siglo o dos...
Por cierto, no puedo por menos que poneros otro video de otra canción que me apasiona. Con las mismas texturas que la anterior.
Siento insistir con Los Planetas pero su magia aún me persigue y golpea en mi cabeza cada vez que escucho sus acordes. Hay una película, Before the rain, del macedonio Milcho Manchevski, de 1994, que terminaba con una frase inquietante y que me dio mucho que pensar: “El tiempo nunca muere, el círculo nunca se cierra.” La película trata del conflicto macedonio en la guerra de los Balcanes, pero en el fondo intenta decirnos que todos tenemos que tomar decisiones aunque no nos guste. La vida no se frena y tú estás en un bando, aunque no quieras, y eso ya es tomar parte. Así, hay veces que tomas decisiones, intentando hacerlo bien, creyendo que es lo correcto y lo más racional. Otras, te dejas guiar por tu instinto, y casi siempre terminas cagándola. El caso es que no puedes esquivar la toma de decisiones. Siempre están ahí: ¿me levanto de la cama o no? ¿voy a trabajar o me fingo enfermo? ¿Cómo carne o una ensalada? ¿me voy a vivir con mi novia o me quedo solo? ¿me arriesgo a hablar con ella o me mantengo a la espera? Tú mismo conformas tu propio guión vital y no puedes dar vuelta atrás. Una idea que maneja y detalla a la perfección Milan Kundera en La insoportable levedad del ser. Somos tan infinitamente leves que de poco vale la experiencia. Todo es nuevo cada vez. Cada paso será diferente al anterior. Cada decisión es inamovible. Nadie puede volver atrás. De ahí radica toda mi obsesión por los viajes en el tiempo. ¿Qué harías si pudieras vivir tu vida otra vez recordando todo lo de la anterior? ¿Y si volvieras a repetirlo? Esta idea ya está plasmada en un libro, altamente recomendable: Volver a empezar, de Ken Grimwood, el libro que me hubiera gustado escribir. Y en mi situación vital actual, aún más (je je je). La idea del círculo es, por tanto, una contradicción, y a la vez una atractiva posibilidad. ¿Todo se repite? La historia dice que sí. Insiste en advertirnos que el verdadero conocimiento, la clave de nuestra vida futura, está en el estudio del pasado. Ya, ya. No sé. Doy vueltas a esa idea y no termino de encajarla, pero por soñar que no quede. Los Planetas hablan de adicción a la droga. Lo sé. Me da igual. Mi canción habla de otra cosa. De momentos perdidos. De una chica que tuve en la punta de mis dedos, de los recuerdos dulces de antaño, de los cambios obligados por las decisiones, de los sacrificios que siempre traen consigo esas decisiones (a veces terribles)… Y también me habla de lo injustas que pueden ser esas decisiones erróneas –acertadas en su inicio- algo que resume de un modo excelente la estrofa final de la canción, que siempre me araña por dentro: “Eso no es para mí, quiero mi parte de lo bueno […] Será mucho pedir, pero es lo menos que merezco”. La canción me recuerda una chica. Como no. Una persona que tuve entre mis dedos, y como la arena del desierto, se escurrió entre ellos hasta quedarme con muy pocos granos, insuficientes siempre. Quiero más, siempre quise más. ¿Por qué es tan difícil la vida? Yo quiero repetir de nuevo, desde el principio por favor…
Una vez, si mal no recuerdo, me tenías en la punta de los dedos. Las secuelas de los viejos días estarán conmigo el resto de mi vida.
Me quedé dormido un momento y los valles se cambiaron por desiertos por obra y gracia de El que controla el firmamento, El que decide que ande perdido en corrientes circulares en el tiempo, El que transforma los diamantes en quejidos y lamentos, El que se encarga de que salgas y que yo me quede dentro.
Asustado, sintiéndome enfermo, como una temporada en el infierno. Intentando ver una salida, encontrando más problemas todavía.
Todo esto que jamás podré comprender, lo que obtuve a cambio de intentar hacerlo bien. Eso no es para mí, quiero mi parte de lo bueno. Quiero que estés aquí, quiero tenerte dando vueltas a mi lado todo el tiempo, en nueve órbitas concéntricas y yo estar en el centro. Será mucho pedir, pero es lo menos que merezco.